Se dice que tan sólo el 1% de la población mundial tiene más dinero que todo el 99% restante. La desigualdad es clara; en el año 2012 existían 896 millones de personas subsistiendo con menos de US$1,90(dólares) al día (trasladando dicha cantidad al tipo de cambio, se habla de $40 pesos mexicanos aproximadamente). Por otro lado, Warren Buffet tiene en su poder más de 75,600 millones de dólares.
La pobreza y desigualdad social siguen creciendo a pesar de que la producción y el PIB mundial se han disparado como nunca lo hemos visto. ¿Qué es lo que nos impide cambiar? Una de las respuestas es que vemos las instituciones y los modelos económicos como “leyes naturales”, estáticos. Se presentan como sistemas imperecederos, dotados de una fuerza imposible de combatir.
Las cosas que creamos con nuestro intelecto, ahora nos dominan y nos hacen sentir prepotentes antes el cambio. Marx lo denomina el “Fetichismo de la mercancía”, los productos creados por el hombre, ahora con un poder impersonal, definen el valor del mismo individuo y la “infraestructura” forma ahora la parte principal de la dialéctica con la “supra estructura”. Nietzsche en cambio va aún más lejos y dice que la gobernabilidad y las instituciones son sólo “Ficciones reguladoras”, instrumentos de “no verdad” que permiten la convivencia del ser humano pero que no tienen carácter de doctrina o verdad. Estas reglas son objetivaciones del ser humano, creadas para vivir en un mundo compartido. Pensemos en la burocracia, dicho organismo fue creado por el hombre para facilitar la tarea del poder central y ha llegado a convertirse en un obstáculo para el mismo hombre, a tal punto de pensar que es impenetrable. Otro claro ejemplo es el salario, no se puede aumentar el salario ya que provocaría inflación y desataría mayores problemas. ¿Le tememos a la inflación? ¿Por qué temerle a algo que nosotros mismos creamos? Especulamos con el precio del tomate, de los medicamentos y como economistas liberales nos damos el lujo de decir que dicha conjetura es necesaria para un equilibrio en el mercado. Millones de personas mueren de hambre en el mundo por la mala distribución. ¿A quién culpamos? Al final del camino no hay nadie más que el ser humano y su propia creación, sólo que esa creación nos domina. Nosotros pensamos y establecimos nuestra manera de gobierno, nuestro sistema educativo y económico. ¿Por qué no tenemos la misma fuerza para cambiarlo si al final nosotros lo mantenemos vivo?
Ahora nos preocupa más que el mercado se mantenga en equilibrio a que millones mueran de hambre. El filósofo más importante de la segunda mitad del siglo pasado, Martin Heidegger dijo: ‘Ninguna época ha sabido tantas y tan diversas cosas del hombre como la nuestra. Pero en verdad, nunca se ha sabido menos qué es el hombre (Heidegger, 1927)
Luchamos por mantener instituciones que no elevan al ser humano, que no son eficientes y nos hacen desconocernos cada día más. La “arrogancia de occidente” que menciona Heidegger es cierta, hemos convertido concepciones elevadas del ser y del hombre y las hemos reducido a técnicas y rutinas. Somos una sociedad reduccionista, no podemos ver que los obstáculos de esta sociedad son únicamente ficciones reguladoras; estamos nadando en nuestro propio charco y pensamos que así es el mar. Así como tuvimos el poder de crearlas, tenemos el poder de cambiarlas, pero esto es una idea todavía no muy aceptada. Cada vez que se menciona una alternativa al sistema o incluso en cosas pequeñas como el incremento en el salario mínimo se oyen voces de crítica incluso en la población más culta. Los líderes de nuestra sociedad se han vuelto completamente técnicos y se encierran en su charco en vez querer nadar en el mar, nos comportamos como renacuajos, cuando tenemos la oportunidad de ser todo tipo de pez. Esta mentalidad está impregnada en la sociedad más de lo que imaginamos, queremos el cambio, pero no confiamos en poder lograrlo, somos pesimistas en nuestra concepción del ser humano, pensamos que no podemos cambiar y las cosas seguirán así. Cuando se nos pregunta sí haremos algo para mejorar este mundo, la apatía llega a nuestra mente y la inunda de excusas. “Para qué sí nada va a cambiar” es la respuesta más común.
No propongo una revolución armada o alguna alternativa violenta, el cambio debe venir desde la raíz. Mi tesis es que podamos atrevernos a hacer en vez de sólo especular. Ser la generación del cambio es posible, al ver la historia por medio de la dialéctica podemos encontrar que el mundo se está preparando para un mejor futuro. Incluso Habermas nos dice que el paso por la posmodernidad es un estado en que el hombre tiene que estar para poder superarse, es la antítesis de este proceso. Confiando en el porvenir del hombre, conociéndonos aún más, sabiendo que el hombre es un ser dinámico lleno de poder y libertad, informándonos y llenando nuestro conocimiento de todas las teorías en el mundo. Dejemos de creer que morir de hambre es normal, que la mala distribución es normal, que ser pobre es normal, que no se puede cambiar. Cambiemos nuestra visión de la realidad ya que, ¿Es el sistema económico indestructible o lo es la negligencia del hombre por no hacer algo?
Por: Amazing Consulting.
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